TRABAJO SEXUAL O VIOLENCIA PATRIARCAL

MUJER NACIONAL SOCIEDAD

Giselle Santana(*)

Este domingo, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, dio marcha atrás con la decisión de incluir al “trabajo sexual” como una de las categorías de la economía popular para inscribirse en el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep).

¿Qué es el Renatep? Es una iniciativa que acaba de lanzar el Gobierno Nacional, propuesta por organizaciones sociales nucleadas en la Unión de Trabajadorxs de la Economía Popular (UTEP), para crear un registro en el que todos aquellos y aquellas que trabajen en la economía popular puedan acceder a programas de empleo, seguridad social y capacitación; acceso a redes de comercialización y a herramientas crediticias y de inclusión financiera.

La decisión original había sido celebrada en redes por la presidenta de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina), Georgina Orellano, entre otras organizaciones identificadas con el reglamentarismo de la prostitución; y repudiada por las organizaciones y referentes identificadas con el abolicionismo.

Y el debate de fondo reapareció con fuerza

No es nuevo en el feminismo el debate abolicionismo/reglamentarismo, pero en este contexto de pandemia mundial y aislamiento obligatorio, el régimen político ha pretendido utilizar la dramática situación que viven mujeres, travestis y trans para dar por tierra con todos los tratados y declaraciones que la Argentina suscribe desde 1936, considerándose un país abolicionista en materia de prostitución. El mismo régimen político que nos niega a las mujeres y personas con capacidad de gestar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos en relación con el aborto, nos dice que es legítimo “disponer de nuestro cuerpo” para la prostitución, como un trabajo socialmente aceptado.

Empecemos por clarificar algunos conceptos: en relación con la prostitución hay posiciones reglamentaristas, abolicionistas y prohibicionistas. El abolicionismo considera que la prostitución es una forma de violencia patriarcal, entiende que la misma no tiene nada que ver con la sexualidad (del mismo modo que las violaciones no tienen que ver con el deseo sexual y la necesidad de “desahogo” de los varones), sino con la dominación y las relaciones de poder en un sistema patriarcal y capitalista.

El reglamentarismo, por el contrario, considera a la prostitución un trabajo como cualquier otro, y busca regularlo para que, las que se consideran trabajadoras sexuales obtengan los mismos derechos que asisten al resto de les trabajadores.

El prohibicionismo pretende penalizar la prostitución y volverla clandestina, persiguiendo a quienes la ejercen. Esta posición no tiene nada que ver con el abolicionismo. De hecho, en la Argentina, la prostitución no está penada, ninguna mujer, trans o travesti debería ir presx por prostituirse; solo está penada la explotación de la prostitución ajena, es decir, el proxenetismo.

En Opinión Socialista nos identificamos con una postura abolicionista y combatimos lo que consideramos falsos argumentos de “libertad sexual y empoderamiento”, tras los que pretende enmascararse siglos de opresión de las mujeres y vulneración de su derecho al goce sexual.

¿MI cuerpo es mío?

La prostitución no es un invento nuevo y progresista, al contrario, es vulgarmente conocida como “el oficio más viejo del mundo”, aunque dista de serlo. En realidad, la prostitución nació junto con la sociedad de clases, como contraparte necesaria para la imposición del matrimonio heterosexual y monogámico (monogamia solo para las mujeres, claro, que debían garantizar la “legitimidad” de los herederos). Las madres y esposas “en casa”, y las “putas” para satisfacer los deseos más “inconfesables”

Desde el reglamentarismo, se pretende todo el tiempo separar la prostitución de la trata. Como si fueran problemas absolutamente independientes. Existen las mujeres, travestis y trans que se prostituyen como una buena manera de ganar dinero; y otres, una minoría, que son forzades a la prostitución, pero eso no tiene nada que ver.

Nosotras tenemos una perspectiva de clase, y entendemos que la producción-distribución- circulación y consumo de algo son parte del mismo proceso capitalista. En este caso, el cuerpo de las mujeres, travestis y trans que se extrae por “voluntad propia” o por engaño y secuestro, se traslada hasta su consumo que culmina en un cuerpo disponible para el sexo que se cambia por plata. Y convengamos que al “cliente” no le preocupa mucho si ese cuerpo que está consumiendo está allí por su propia “decisión”, o porque antes fue secuestrada, violada, drogada, golpeada y obligada a “atender” 15, 20, o 30 “clientes” por noche. Hablamos de trata con fines de explotación sexual, no secuestran a mujeres, niñas y adolescentes para vender flores en la esquina, sino para prostituirlas, ese es el negocio, el segundo negocio ilegal más lucrativo del mundo. Sin prostitución, no hay trata.

Nos dicen que la regulación ayudaría a combatir la trata, “transparentando” el negocio; pero la realidad es muy distinta. En países donde la prostitución se reglamentó como trabajo, Holanda, Alemania o Australia, para poner algunos ejemplos, el tráfico de mujeres se multiplicó por cuatro; por supuesto, de algún lugar tienen que salir los cuerpos para la “industria del sexo”.

Y aunque no se tratara de mujeres, trans, travestis “forzades” a prostituirse, ¿podemos hablar realmente de una elección libre de la prostitución como trabajo? Cuando el 70% de les pobres del mundo son mujeres y disidencias, cuando la prostitución aparece muchas veces como la única forma posible de supervivencia, cuando la mayoría ha atravesado una situación de abuso sexual en la infancia y diversas vulnerabilidades, ¿podemos hablar de libertad? ¿En verdad es comparable limpiar un baño o atender un negocio, con ser penetrada varias veces al día sin deseo de serlo? Cuando una trabajadora vende su fuerza de trabajo, el cuerpo sigue siendo percibido y utilizado por ella como parte de su persona, y lo que ofrece es un producto de su trabajo. Pero en el caso de la prostitución, es su cuerpo la materia prima para la realización de un acto que se desarrolla únicamente para el placer del que consume a esa mujer, travesti, trans. Una boca, una vagina o un ano no pueden considerarse “herramientas de trabajo”…

Decía Diana Sacayán: “Fui prostituta más de 15 años, desde los 17; y digo que lo que he vivido en la prostitución callejera, en los suburbios de La Matanza, no puede ser cubierto –en el caso de reglamentarse- por ninguna Obra Social, ni ART”…

Y no se trata de que seamos “moralistas” y le demos una pátina de sacralidad al sexo. Todo lo contrario. Se trata de la verdadera autonomía sobre nuestros cuerpos. ¿Mi cuerpo es mío para utilizarlo como cualquier otro “objeto” de propiedad privada, para enajenarlo de su derecho al goce, para disociarme de lo que siente? ¿O mi cuerpo es mío porque me constituye en un todo, con mi identidad y libertad? La prostitución es un reducto siniestro del capitalismo patriarcal, no por “escandalosa” o inmoral, sino porque agrede la dignidad humana de mujeres, trans, travestis, al convertir sus potencias sexuales en meras mercancías.

Afirmar esto no nos impide reconocer la necesidad de organizarse de muchas compañeras para defenderse de la violencia del sistema prostituyente. Aunque no coincidamos en la consideración de la prostitución como un trabajo, no ponemos un signo igual entre los que intentan “legalizar” y naturalizar la explotación porque los beneficia, y las mujeres que intentan fortalecerse en la unidad con otras que padecen esa misma explotación en un sistema constituido por proxenetas, policías, Estados, iglesias y organismos internacionales cómplices, “clientes” prostituyentes, medios de comunicación, bancos y empresas legales a través de los cuales se canaliza el “lavado” de dinero proveniente de esta actividad, etc.

Peleamos por un mundo libre de prostitución y de todo tipo de explotación, opresión y discriminación. Por eso luchamos por las mujeres desaparecidas; por las asesinadas; por las que se encuentran explotadas en prostíbulos, en departamentos de lujo o paradas en las esquinas; por las perseguidas por la policía; por las maltratadas por los proxenetas; y por todas las mujeres violentadas y privadas de sus derechos.

(*)Sec Gral Regional Norte CTA Capital