“LOMU” Y CORAZÓN     

DEPORTE CON HISTORIA PORTAL DEL PERIODISTA

POR JAVIER BONET

X: @jabonetprensa

En nuestra historia de hoy vamos a hablar de un emblema de un deporte tradicionalmente marcado por la fuerza colectiva más que por las hazañas individuales, pocos nombres han dejado una huella tan profunda como Jonah Lomu. Nacido en Nueva Zelanda, el 12 de mayo de 1975, no sólo redefinió lo que podía ser un jugador de rugby, sino que también se convirtió en un fenómeno global, llevando este deporte a audiencias que nunca antes lo había tenido. Con 1,96 metros de altura, 119 kilos de peso y una velocidad explosiva, fue un jugador que parecía demasiado grande para ser tan rápido y demasiado veloz para ser tan fuerte.

Lomu debutó con los All Blacks en 1994, con apenas 19 años. Fue el jugador más joven en vestir la camiseta negra en ese momento. Sin embargo, su consagración definitiva llegó un año después, en la Copa del Mundo de 1995 en Sudáfrica. Ese torneo no sólo fue crucial por razones deportivas —fue la primera gran competición internacional tras el fin del apartheid—, sino que también marcó el nacimiento de una leyenda.

Fue en ese torneo donde tuvo una de las actuaciones más recordadas de la historia del rugby, en la semifinal contra Inglaterra. Convirtió cuatro tries en un solo partido, y uno de ellos, en particular, se convirtió en ícono: corrió hacia la línea de ingol como un tren y literalmente pasó por encima del fullback inglés Mike Catt. Esa jugada se repitió infinitamente en los resúmenes de todo el mundo.

Pero el impacto de Jonah Lomu fue mucho más allá de sus estadísticas —63 partidos internacionales y 37 tries con los All Blacks—. Fue el primer jugador de rugby en convertirse en una figura mediática global, en una época en la que el deporte apenas comenzaba a profesionalizarse. Su imagen fue utilizada videojuegos, campañas publicitarias y portadas de revistas. En muchos sentidos fue el primer “rockstar” del rugby moderno.

A pesar de su imponente presencia, fuera de las canchas era reservado, incluso tímido. Criado en el seno de una familia de origen tongano, enfrentó muchas dificultades en su infancia en los barrios más humildes de Auckland. El rugby fue su vía de escape, pero también un camino lleno de desafíos. Uno de los más grandes surgió en 1996, cuando se le diagnosticó una grave enfermedad renal: el síndrome nefrótico. A pesar de esto, continuó jugando al máximo nivel durante varios años, una hazaña en sí misma.

En 2003, su salud empeoró y se vio obligado a retirarse temporalmente. En 2004 recibió un trasplante de riñón, lo que le permitió regresar brevemente al rugby profesional, aunque nunca volvió a alcanzar el nivel de sus mejores años. Aun así, su mera presencia seguía siendo una inspiración.

Fuera de las canchas, también desempeñó un papel importante como embajador del rugby y defensor de diversas causas benéficas. Su historia de superación, combinada con su humildad y carisma, lo convirtieron en un símbolo no sólo de Nueva Zelanda, sino del espíritu del rugby a nivel mundial.

Tristemente, Jonah Lomu falleció el 18 de noviembre de 2015 a los 40 años, víctima de un paro cardíaco relacionado con su enfermedad renal. Su muerte conmocionó al mundo del deporte. Desde entonces, han sido innumerables los homenajes: desde camisetas negras con su nombre, hasta minutos de silencio y estatuas conmemorativas. El entonces primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, lo describió como “una leyenda del rugby y un verdadero hijo de Aotearoa”.

Su legado no puede medirse sólo en tries ni en partidos ganados. Él transformó la percepción del rugby en todo el planeta. Fue una figura clave en la expansión del deporte hacia nuevos mercados, incluyendo Asia y América del Norte. Mostró que un jugador podía ser un embajador global, y que el rugby podía generar ídolos del tamaño de los grandes del fútbol o el básquetbol.

Además inspiró a generaciones de jugadores a soñar en grande. Jugadores como Bryan Habana, Julian Savea y muchos otros lo han citado como su ídolo de infancia. Incluso hoy, una década después de su muerte, su sombra sigue presente en cada wing que encara a la defensa rival con determinación y potencia.

Jonah Lomu fue mucho más que un jugador de rugby. Es una leyenda, y al mismo tiempo, un ser humano que enfrentó enormes desafíos con una dignidad admirable. En un deporte que valora el trabajo en equipo por encima del individuo, fue la excepción que confirmó la regla: un hombre que, con cada corrida, demostraba que lo imposible a veces es simplemente cuestión de voluntad.