POR JAVIER BONET
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En nuestra historia de hoy vamos a hablar de un deportista que necesitaríamos varias notas para contar de él. Hoy vamos a escribir de unos de los jugadores más emblemáticos de la Selección Argentina de fútbol. Vamos a escribir sobre Oscar Ruggeri, también conocido como “El Cabezón”, es una de las figuras más emblemáticas del fútbol argentino. Nacido el 26 de enero de 1962 en la ciudad de Corral de Bustos, Córdoba, Ruggeri dejó una huella imborrable en la historia del fútbol no solo por su estilo de juego, sino también por su carácter y liderazgo. A lo largo de su carrera, se convirtió en un ícono tanto en clubes donde jugó como en la selección nacional.
Ruggeri comenzó su carrera profesional en 1980 en Boca, donde rápidamente demostró su potencial como defensor. Su estatura y capacidad en el juego aéreo lo hicieron destacar, pero pronto por una historia que contaremos en otra nota pasó a River, donde jugaría entre los años 1985 y 1988.
En River participó en 112 partidos oficiales, consiguió el Campeonato de Primera División 85-86, la Copa Libertadores de 1986 y la Copa Intercontinental de mismo año, los tres con Héctor Veira como entrenador, y la Copa Interamericana de 1987, con Carlos Griguol en el banco.
A mediados de1988, Ruggeri dio salto al fútbol europeo, firmando con el Logroñés de España, en donde cumplió una destacada labor en los 34 partidos que disputó en el transcurso de la liga. En el verano europeo lo contrató el club que para muchos es el más grande del mundo, Real Madrid y allí logró el título de la temporada 98-90, tras disputar 35 partidos y marcar dos goles. Su paso por el fútbol español le permitió enfrentarse a algunos de los mejores jugadores del mundo, y fue en este período donde consolidó su reputación como un defensor sólido y aguerrido.
Tras el título conseguido con el equipo de Madrid en 1990 decidió regresar a su país para jugar en Vélez, club en el que disputó 65 partidos durante dos temporadas y logró 5 goles. Ese mismo fue sub-campeón del mundo en Italia 90, en donde Ruggeri jugó lesionado la mayor parte del torneo y con una operación en la rodilla programada para la finalización de la disputa. En el segundo semestre de 1992 fue transferido al club italiano Ancona, en donde solo disputó 9 partidos y logró un gol.
Ese mismo año firma contrato con el club América de Méjico donde jugó 28 partidos, marcó 4 goles y logró la Copa de Campeones de la Concacaf de 1992. En 1994 vuelve a nuestro país para calzarse la camiseta de San Lorenzo. Allí disputó 121 partidos en siete torneos y marcó 14 goles; en 1995 salió campeón del Torneo Clausura de 1994 y cortó una sequía en el club de 21 años sin títulos de Primera División. Después de un conflicto con la dirigencia decidió abandonar el club y fichar por Lanús, donde participó en 19 partidos marcando 4 goles y consiguiendo el subcampeonato de la Copa Conmebol.
Su último partido disputado fue el 7 de diciembre de 1997, donde su equipo venció a Estudiantes de la Plata por 3-0, hizo un gol de penal a los 10 minutos del primer tiempo y fue reemplazado; ese fue el único penal que pateó en su carrera y la última pelota que tocó como jugador profesional.
La carrera de Ruggeri en la Selección Argentina es quizás lo que más lo define, con ella obtuvo la Copa del Mundo 1986, las Copas América del 91
y 93, la Copa Confederaciones de 1992 y como ya dijimos sub-campeón del mundo en 1990. Su mayor logro llegó en 1986, cuando formó parte del plantel que ganó la Copa del Mundo en México. Con figuras como Diego Maradona, Ruggeri se destacó por su fuerte carácter y personalidad que lo caracterizan, convirtiéndolo en una pieza fundamental de aquel equipo. La victoria en el Mundial no solo consolidó su carrera, sino que también lo catapultó al estrellato en el fútbol internacional.
Oscar Ruggeri era conocido por su juego aguerrido y su capacidad para anticipar las jugadas del rival. Su físico imponente y su capacidad en el juego aéreo lo hacían temido por los delanteros rivales. No solo era un defensor sólido, sino que también tenía la capacidad de contribuir en el ataque, haciendo goles en situaciones de pelota parada.
Su estilo de liderazgo era igualmente notable. Ruggeri era un motivador natural, capaz de inspirar a sus compañeros en los momentos más difíciles. Después de colgar los botines, Ruggeri no se alejó del fútbol. Se dedicó a la dirección técnica, lo que será objeto de otra de nuestras historias. Ruggeri también se ha involucrado en diversas actividades benéficas y sociales, usando su fama para ayudar a aquellos que más lo necesitan. Oscar Ruggeri es más que un simple futbolista; es un símbolo del fútbol argentino. Su legado perdura no solo a través de los trofeos ganados, sino también en la manera en que representó a su país con orgullo y pasión.
A medida que las nuevas generaciones de futbolistas surgen, la historia de Ruggeri seguirá inspirando a jóvenes talentos, recordándoles que el fútbol es, en última instancia, un juego de entrega, valentía y amor por la camiseta. Su nombre estará siempre asociado a la rica historia del fútbol argentino.